jueves, 19 de noviembre de 2009

Un argumento

Ayer lo pen´se en la clase de teatro. Sería así: un hombre y su esposa conversan sobre la muerte con su hijo de treinta años, retrasado mental. En algún momento, hablando de los deseos póstumos, el hombre comenta: “quisiera que me enterraran junto a vos, en el Pilar”. “Qué cosa decís, Norberto”, dice ella, con sonrojo y horror. El hombre muere de cáncer, el retrasado mata a la madre para que el deseo se cumpla.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Automaticos de borracho

Sus ojos nacieron el día en que la vi caer de una gota de Rocío y al salir del agua me acerqué a ella con un suspiro entre las manos y le dije que viese: “mirá”, le dije, “mirá”; entonces dos perlas asomaron por dentre sus orejas, un poco lastimadas por el pasto, y se posaron equidistantes de sus narices, casi como un yogurt, para comérsela a béselos, para comérsela…
Después nacieron sus piernas, sus manos, sus caderas. Pero esa es otra historia.

Cuando a un tiempo nacieron los sonidos del agua y del mar, yo estaba veraneando en Cancún, por entonces una inmensa playa sin más que palmeras secas, apenas acariciadas por una lluvia sin cauce. Recuerdo que vi las olas, que yo desconocía, claro, que eran así y que se llamaban olas, las vi acercarse como panteras descriptas por palitos de la selva, acercarse a miles de metros por minuto, o kilómetros, que es lo mismo decir, y entonces no pude evitar sentirme bien, sabía que con el mar y los ríos la Tierra tendría vida a lo pavote, para tirar para arriba.
Me reí un poco de las rocas, los gases, el fuego, que iban a sentir cierta invasión ahora que el agua se hacía presente, pero “que se jodan”, pensé, ellos se lo buscaron.

Todos los hombres somos el gran David que derribó a Goliat, y el gran Goliat que tropezó en la hora cumbre. Todos los hombres somos el horror, el espanto, el heroísmo y la tragedia, la pequeñez ensalsada y la grandeza corroída. Pero después de arrojarlo al suelo y de hacerlo comer polvo, derrotarlo y matarlo, después de su gran hazaña que lo enalteció y lo catapultó, qué mejor verbo, a las sienes de la historia, después de tan glorioso asesinato, el buen David seguía siendo un enano sucio con complejos de inferioridad; y el buen Goliat ese gran hombre que tuvo un mal día.

Tuve el ansia de sangre que demuestran las bestias al comer a otro ser vivo el día que Alma me tocó el timbre y me anunció que se había enamorado de otro. Ahí nomás me le tiré al cuello, agazapado, y se lo devoré con el placer que uno come la carne humana cuando sabe que por los gritos del ser comido, vendrá la policía, y que éste será el acto más placentero que uno ha de ejecutar en los próximos diez o veinte años. La comí desgarrándole los músculos del cuello, creo que alguna vez mencionó cierta contractura a la altura de las cervicales, yo, la verdad, no la noté. Sí, en cambio, noté sus senos blanditos, sus nalgas asables, sus poderosos gritos diciendo, una y otra vez, que no, no, que no. “De otro”, se había enamorado de otro. Qué gracioso. Alma, ojalá descanses en paz en algún lugar del inframundo. Que el paraíso tenga la delicadeza de tus ojos al rodar por el pavimento. Oh, Alma, ruega por mí.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Más Haikus

II

No somos uno.
No serás, en el alba,
yerba ni amor.

III

En el espejo
la mirada esquiva
es una sombra.

IV

El árbol crece
El bosque es hermoso
¿Quién nos verá?

V.

En la llovizna
respiro mis historias.
Y en el papel.

VI.

Los Buenos Aires
de sol, sonrisas amplias,
me dejan, se escapan.

VII.

Éste y otro,
Soy uno entre otros,
uno, y otro.

domingo, 9 de agosto de 2009

continúa

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III.
Ellos

Daiana en el banco de la plaza. Daiana en la fila bancaria cuenta pingüinos. Daiana lee La insoportable levedad del ser en el Parque Rivadavia. Daiana repite vueltas por Caballito: Quito, Rosario, Doblas, Rivadavia, Quito... Daiana vuelve, el día de pagar cuentas, a pagar cuentas, a contar pingüinos. Daiana toma depósitos y deposita. Abrigada Daiana deja pasar colectivos en la puerta del banco, enojados pingüinos le preguntan si sube, no, no sube, violentos pingüinos empujan a Daiana mojada, ¿toma el 1? no, no lo toma ¿aquí para el 36? no lo sabe; Daiana sólo desconoce, sola Daiana desconoce; sus ojos yerba mate más mojados que nunca, esperanzada Daiana mira la puerta del banco, esa máquina de girar pingüinos, el colectivo sube y baja pingüinos apurados, fruncidos, chiquitos, zigzagueantes, engripados pingüinos cautelosos, serios pingüinos a crédito, civilizados pingüinos de a pie, pingüinos decentes con carteras y maquillajes y pingüinitos de buen vestir, trajeados pingüinos de buen beber, inseguros pingüinos de buen votar; Daiana suspira, tres meses pasaron desde aquel depósito de ilusiones en un haiku azaroso, de un teléfono escrito en la palma de una mano, de una conversación de risas, colores y nombres equívocos, “qué es un nombre, ni brazo, ni semblante, ni cosa alguna que al hombre pertenezca”, otra vez Shakespeare, futuro en construcción, impotente Daiana desciende al andén, la anaconda eléctrica, a la señal, abre sus puertas, subterránea Daiana piensa en Umpa Lumpa y not to be.

Inmenso. Diego ha leído mucho. A los cinco años aprendió la letra A en la casa de tía Julia, entre perros san bernardo y olor a mate cocido “de verdad”, aquel que se hace colando yerba hervida. Su prima Lía le enseñó, de a sílabas, a escribir su nombre, el resto lo aprendió con la batalla naval y una revista. Ese verano leyó mucho, y el siguiente, y el siguiente. A los siete años se sorprendió con la boa que digiere un elefante. A los diez conoció a Dostoievsky, a los catorce comprendió para siempre las palabras nihilismo y proletariado. A los diecisiete se enojaba: Godot debería haber llegado. Sin jamás haber pasado necesidades, a los dieciocho tiraba piedras en rutas del gran Buenos Aires. Los fines de semana, ausente a fiestas, boliches y mensajes de texto, descifraba, aunque le tomó un año, el capítulo I de Das Kapital, para ese entonces hablaba alemán. Quiso, pero no pudo, leer haikus en japonés. Cuando enfrentó el pedregoso camino de escribir comprendió que adjetivaba en forma obvia y en tríadas. Las cosas no eran sólo cosas, eran sombrías, intrigantes y despreciables, o transparentes, potenciales y bellas, o precisas, algebraicas y desnudas. Peor le hacía darse cuenta que cada vez que iba a Santa María de los Corderitos, la pampa desplegada a lo largo del viaje -una vaca, una vaca, pasto, una vaca, una fila de árboles, pasto, un árbol, pasto, una vaca, pasto, un árbol, pasto, tres vacas, un ternero, una nube, pasto, pasto, pasto, pasto y una vaca, pasto, una nube-, el único adjetivo que encontraba era inmenso. Le molestaba su propia obviedad, después se sintió elitista porque le molestaba la obviedad. Inmenso. Viajaba en tren a su pueblo, la mano sostenía una lapicera sobre un papel muy blanco, sus ojos blancos de mirar la hoja blanca; pensaba en Daiana.

“Inmensa Daiana”, escribe y cierra el cuaderno.

jueves, 16 de abril de 2009

Citas

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Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

J. L. Borges (El amenazado)



- Esto es inaudito, Dios hizo el mundo en siete días, ¡siete!. Y usted tarda meses en hacerme un pantalón.
- Pero señor, mire usted el mundo (gesto de desprecio), y mire mi pantalón (gesto de admiración)

Samuel Beckett


En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza.

Federico Niestzche (Sobre verdad y mentira en sentido extramoral)


No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar (instrucciones para dar cuerda a un reloj)

martes, 14 de abril de 2009

Poema 15 (bis)

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Mariposa de ensueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la Maga, y a Sofía.

domingo, 29 de marzo de 2009

Perverso

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Helena ríe bajo sus auriculares. Me acerco, ella baila ramonera. Con mano indecisa rozo su jumper. Se tensa. Se sobresalta. Levanta su mentón, sus ojos de hielo. Radiografía en un segundo mi maletín, mi traje, mis zapatos negros. Sonrío, alzo la mano, torpe, a mitad de camino entre el muslo y el hombro. Se me ahogan las palabras en la boca. Helena, taquicárdica, aprieta mi muñeca hasta que la dejo. Las puertas se abren. Baja del tren. Me mira, lejana, es un vidrio asustado.

Sí, seguro que se llama Helena.

martes, 24 de marzo de 2009

Umpa Lumpa y Daiana

Umpa Lumpa brinda con Daiana. Las copas chocan, se rompen, caen de a pedazos. Asustada Daiana desinfecta sus manos. Las vendas blancas enrojecidas. El teléfono inhallable. La voz agitada contradice coordenadas imposibles. Umpa Lumpa, tubo en mano, no comprende. Corta. Salen. La Boca oscura los traga, calle a calle más cerca de la garganta xeneize, lejos del hospital que desconocen. Daiana chorreante profiere palabras a su mano, adiós le dice a su mano derecha, estaremos juntas le dice a su mano buena, como si pudiera prometerle el paraíso. La mano izquierda se rebela, pellizca, cachetea, descree. Umpa Lumpa busca un hospital, una salita, un taxi, una avenida, más vendas, su mochila: Umpa Lumpa encuentra. En la guardia los hombres de blanco brindan, y en recepción y en informes, no es momento de brindar grita Daiana enojada, el médico la escucha de reojo, nunca es momento, sonríe, y choca su copa.

Umpa Lumpa piensa que a menudo no es momento de, y se siente contento de que el médico brinde. Daiana lo turba: feliz. Que año nuevo, que feliz, sonríen.

lunes, 16 de marzo de 2009

Corrientes y 9 de julio

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Alguien, de todos los que cruzan,
debe disfrutar este momento
tanto como yo

Respirar

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La llanura impune
extiende sus brazos

sopla el pampero

quiero desintegrarme
irme con él

Daiana reversionada

Daiana busca suspenso. Se mete por perros de la calle: casi pierde una oreja. Daiana piensa que no es cuestión. “No es cuestión”, entonces Shakespeare. Apasionada Daiana piensa en not to be, quiero ser not to be, se contradice Daiana suicida, pero sin coraje camina y camina, hacia la plaza, camina, hacia el banco, camina, hacia la caja de ahorro y en pesos que gira en el aire, pedales de una bicicleta imaginaria, Daiana camina sin más, trabajo pasado, futuro en construcción. En la fila bancaria once personas por delante: diez pingüinos y un umpa lumpa. Los pingüinos agitan pies pesados, a cara de gramajo silencian toses y estornudos. Daiana, quieta, piensa que el presente es caminar y not to be. Umpa lumpa, chiquito, malensaya haikus: “En este banco/ ¿podré depositar/ mis ilusiones?”, sonríe. Un sol para Daiana desganada. Umpa lumpa habla con Daiana fóbica social, habla y habla: los desayunos con tocino en las series de televisión norteamericana; las filas de los bancos interactivas y con música para que la gente se conozca mientras; un pájaro que en el lomo de un caballo: yo filmaba al caballo, afirma, pero el pájaro se posó en el lomo y estuvieron así, un rato, como si no fueran especies distintas, como si no tuvieran que repelerse ¿sabe? ¿Saber? ¿Daiana? Umpa lumpa se equivoca.
Umpa lumpa avergonzado vuelve a sus poesías, Daiana encerrada no se anima, kilómetros detrás su flequillo, no se anima, a preguntar sobre, a esconder el reloj y pedirle la hora, a hablar banalidades o a decir, simplemente, Carlos, me llamo Daiana y me gustó esto que me decías, tomemos un café, dale; o, Carlos, ambos sabemos desde que giré por esa puerta que somos el uno para el otro, vamos a comer pizza al Parque Rivadavia, retiremos cuarenta pesos cada uno de nuestras cajas de ahorro y alquilemos la habitación especial de Hotel Faraón, pidamos champaña, tengamos sexo desenfrenado, hidromasajeado hasta el amanecer y después andate, a que te extrañe.
Nerviosa Daiana habla: Carlos. Carlos. ¡Carlos! ¿Umpa lumpa?, Daiana ha de estar equivocada: Umpa Lumpa se llama Diego. Ahora es Daiana, colorada, quien pide disculpas y ya no habla.

Es una pena. Tanta cara de Carlos.

lunes, 9 de febrero de 2009

La muerta

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Usted no la vio: estaba, y ya no estaba.

jueves, 5 de febrero de 2009

Laura

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Laura nada en el centro del mar, no quiere ahogarse.

martes, 3 de febrero de 2009

HAIKUS

I.

Eres el aire
Sumisa y ajena,
Nadie te toca.

II.

Leves susurros
Entre hojas verdes
El viento lleva

III.

Sin avisarme,
Elefante arrojado,
Te me colgaste.

IV.

Tras la batalla,
Los ingleses mueren
En la tribuna

V.

Con su gordo pie
La delgada mujer
Hace contraste

VI.

Eres la otra
Que sueña y que juega
A derramarse

VII.

Nada importa
En la cama deshecha
Estás ausente

lunes, 2 de febrero de 2009

Suspenso

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Daiana busca suspenso. Se mete por perros de la calle: una oreja menos. Daiana piensa que no es cuestión. “No es cuestión”, entonces Shakespeare. Apasionada Daiana piensa en not to be, quiero ser not to be, se contradice Daiana que, además, no quiere. Dejar de ser, demasiado caro, piensa, y tacha el cuadradito que dice Hamlet en los clasificados. Tirame una palabra, escucha Daiana caminante por Juan B. Justo, le fascina la visión de Juan. Lo comenta: es un malentendido. ¿Juan? No, Daiana. Daiana piensa que si es un malentendido, por lo menos deberían tratarla de mujer. Malentendido, vos, dice Daiana: gracias. Cuentas a pagar en un banco, un sol para Daiana desganada. Dos umpa lumpas antagónicos le hablan a Daiana radiante, a Daiana inocente, a Daiana ojos color mate. Umpa lumpa poeta ensaya juegos de palabras; idiota. Umpa lumpa motorocker invita: súbete a mi moto. Pelos al viento de Daiana adrenalínica. Umpa Lumpa poeta rompe sus flores. Daiana suspendida sonríe. (…) Umpa Lumpa poeta mira por la ventana, al otro punto de la Ciudad, muy lejos, en el que Daiana gozante comienza por decir moto, Daiana suspendida acaba gritando rocker.

sábado, 31 de enero de 2009

Gladys

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En el velorio, el periodista repitió la pregunta. Desganada, repetí la respuesta.

- Pensamos que era una luz al final del túnel, pero la luz se acercaba. Gladys corrió, le juro que corrió... el tren no se detuvo. Yo rescaté mi pierna: la semana próxima me operan. Gladys quedó triturada.

La palabra "triturada" me hizo reír, el viudo de Gladys me llevó a la vereda, a que tomara aire.

Microrrelatos

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1. A mí también me fusilaron.

2. Anótemé. Yo soy el despaarecido 30.000.

3. El que duerme con chicos, amanece como Osvaldo. Pobre Osvaldo...

4. Ya sabía yo, cuando me dijo "Policía", que iba a ser la última vez.

5. ¿El 26 de enero a la noche? No sé. ¿Es delito no acordarme?