domingo, 29 de marzo de 2009

Perverso

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Helena ríe bajo sus auriculares. Me acerco, ella baila ramonera. Con mano indecisa rozo su jumper. Se tensa. Se sobresalta. Levanta su mentón, sus ojos de hielo. Radiografía en un segundo mi maletín, mi traje, mis zapatos negros. Sonrío, alzo la mano, torpe, a mitad de camino entre el muslo y el hombro. Se me ahogan las palabras en la boca. Helena, taquicárdica, aprieta mi muñeca hasta que la dejo. Las puertas se abren. Baja del tren. Me mira, lejana, es un vidrio asustado.

Sí, seguro que se llama Helena.